Y en los nenúfares me aposaré.
Con una pluma, un papel y algo de fumar.
Por cenicero llevo el alma presa, con los últimos ápices del hálito más puro, con el vaho del alba al despertar tras trasnochar.
De morado, de rojo, ¿ qué más dará? Si este daltónico ser ya no sabe de amar.
Esfúmate como el viento de poniente y déjate ver allá en el horizonte, donde no llegue a tocarte, donde el alma no pueda mancillarse.
Y encuéntrame, posado en un nenúfar, fumándome el papel, la pluma y el ayer.
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